El viejo emigrante


Quizás algún día, cuando pase el tiempo, cuando en el camino amanezca el cielo,

y vuelvan los hombres al natural medio, será una leyenda, será un viejo cuento,

la aventura urbana de los que partieron a extrañas quimeras, a mundanos sueños.

La historia del hombre que se fue del pueblo, que olvidó su tierra, y descubrió el miedo,

la humana injusticia, la ambición, el precio de sentirse extraño, de ser extranjero,

de añorar sin tregua los años primeros, cuando disfrutaba del campo, del tiempo,

la sana amistad de los lugareños.

Al fin de su vida, defraudado y viejo, quiere regresar, sentir sus cimientos,

pero ya es muy tarde, sólo tiene un techo, casa o residencia, perdió el de su pueblo

por buscar la dicha, el lujo, el dinero, y morirá solo como un mero objeto,

no hay en la ciudad el cordial entierro: los seres queridos a pie, tras el féretro.

Qué triste es vivir sin humano afecto, sin esa armonía que añora el cerebro,

que brota del alma, que perturba el cuerpo por no conseguirla, por perder su tiempo,

cuando siendo joven se marchó del pueblo, rechazó su casa, rechazó su cielo.

¡Qué triste es morir solo, triste y lejos