EL BAUL DE MIS RECUERDOS



El verano nos invita a madrugar a disfrutar del frescor que trae el Alba. A contemplar las luces y sombras que nos arrastran a su paso.

Para disfrutarlo, hay que levantarse antes de que amanezca. Contemplar como la luz te llena de recuerdos, es el mejor momento para pasear, recordar y pensar. También para escribir, en esos momentos se nos abren los poros del recuerdo… como una esponja y podemos recordar con más facilidad, como si nos hubiesen inyectado el suero de la verdad. En esos momentos me encontraba paseando por las calles de mí pueblo, con el frescor apacible del verano. Ha esas horas en las que todo se mezcla, sus luces…Las de ese Sol que quiere empezar a resurgir de sus sombras y estas a su vez empiezan a invadir las fachadas de las calles… sus rincones y edificios comienzan a realizar esas figuras fantasmagóricas que producen al mezclarse de luz y oscuridad, dando paso a la sombra.

Al Sueño
El sueño avanza.
Abre sus grandes alas,
sus poderosos brazos
En el centro del aire
cabecea, rodeado de enormes
territorios de sueño.
El sueño avanza: pone
su silenciosa planta
en el umbral de nuestra
transitoria vigilia.
Acaricia y golpea,
llama con voz suave
y entra como un río
de seguro poder.
El sueño halaga,
porfía y nos rodea,
hasta que al fin caemos
en su seno girando
como plumas, girando
interminablemente.
Ésta es la inerme paz, la sosegada
mentira de la sombra.
¡Gritad! Pero no; el grito
es también sueño. Ahora su dominio.
Potestad de la noche.

Esa hora del amanecer en la que podríamos llamarla noche o día y que su brisa te hace que el bello se te erice y los poros de la piel se multipliquen. Esos momentos son los idóneos para dar comienzo a estos relatos… A estos Episodios de recuerdos… Como un baúl que tenemos en nuestra mente y que a esta hora se abre el resorte de su tapa.

En esos momentos de insomnio producidos por el calor del verano, me encontraba y disfrutando con el frescor apacible del horario.

Donde nace la idea,donde tus pensamientos
—aves en dulce selva sometidas—,
donde mis labios buscan el milagro,
ahí estará mi fuerza.
Ahí estará el dolor de mi presencia:
al pie de tu dominio y tu pureza,
sin más aroma que el júbilo y una medalla de aire,
palpitante, como el fuego de una lágrima viva.

Ha esas horas, cuando sus luces y sombras invaden las fachadas, yo paseaba por la Calzada o calle Juan Rabadán en dirección al paseo del Ayuntamiento, a esas horas de la mañana y en pleno mes de Agosto, ya se observaba el trasiego de gente por las calles, unas a por el pan otras con su petate de comida al hombro y otras en dirección a su trabajo.

Llego al paseo junto al monumento al judío. Frente al Ayuntamiento. La brisa del amanecer penetra a través de mi piel como bálsamo que abre los poros de mi cuerpo y tras un tiritar momentáneo, comienzan a fluir imágenes de mi mente como si hubiese conectado un proyector y yo el espectador de mis propios recuerdos. Eran imágenes en blanco y negro. Al igual que las sombras se elevaban por las fachadas dando paso a la luz del amanecer, las escenas fluían en la pantalla de mi pensamiento y sus imágenes las podía ver algo borrosas por la edad de los recuerdos, era un cine mudo y yo me convertía en el narrador de mis propios recuerdos.